El silencio en la poesía de Juarroz se convierte en una constante simbólica de su imaginario. Supone por un lado un límite
, una experiencia más allá de lo humano y lo lingüístico (como indica el poeta en una entrevista: “Lo difícil que ella quiere traducir es lo más interior, lo más secreto, lo más difícil, lo que casi el hombre no puede decir, el silencio de fondo que nos revela la vida.” ) Por otro lado, es una condición , un componente esencial de la palabra poética para que esta sea original (original no en el sentido de diferente, sino en el sentido de creadora, fundante). Y eso implica un sacrificio: pues encontrar el silencio necesario para la poesía supone un sacrificio del hombre, de su lenguaje cotidiano, de su realidad perfectamente revelada. El silencio puede considerarse un símbolo que desempeña en el imaginario juarrociano un papel muy semejante al de la nada, el vacío y la ausencia. Un elemento negativo que se reivindica como contrapunto necesario a la metafísica de la presencia y que puede contribuir a forjar el sueño de la unidad y la totalidad desde una situación de división y de carencia. En cierto modo, en el silencio y a través del silencio, termina aquella utopía romántica de la unidad que pretendía conquistar, desde un sujeto capaz de integrar, en su idealismo totalizador la realidad en todas sus facetas; y comienza otra utopía de la unidad que propone, por el contrario, alcanzarla a través de la renuncia y el acabamiento del hombre. Esta idea puede verse especialmente, en dos poetas que, siendo herederos de Juarroz, intensifican aún más el componente de otredad y, a veces, de misticismo, que se deriva de esta teoría del fin del hombre: el español José Ángel Valente y el argentino Hugo Mujica. En ambos, el silencio y la otredad son elementos esenciales para el desarrollo de un imaginario poético en el que el hombre se sacrifica como sujeto, como dominio y fundamento de la realidad, para entregarse a la espera, a la escucha y a la aceptación de lo otro, , de la ausencia, del silencio en última instancia.
El silencio: condición de la escritura :
Del mismo modo que la filosofía lleva ya tiempo señalando a la ausencia como condición de la palabra (pues esta en primer lugar hacía desaparecer la existencia real del objeto para eternizarlo en su idea o ser), así puede considerarse, en la obra de estos autores, que el silencio es condición de la escritura poética, pues solo la palabra que consiga incorporar el silencio original, la ausencia previa a la palabra ya fijada y sonora, será palabra verdaderamente poética. Con esto, de nuevo el mito originario está presente en el imaginario de Juarroz: origen como ausencia, como silencio que está antes y después de lo humano, y que la poesía debe, paradójicamente, respetar, mostrar al mismo tiempo que rompe el silencio. El lenguaje común, por el contrario, no deja ver ese silencio original, no lo respeta: lo oculta ,,,,”