Se discuten las cuestiones de la teoría y la praxis de la Filosofía
confrontando dos intervenciones de Gustavo Bueno:
en 1975 en el Congreso de Filósofos Jóvenes,
en 2002 en Puerto de Mazarrón .
Gustavo Bueno Martínez (Santo Domingo de la Calzada, La Rioja, 1 de septiembre de 1924-Niembro, Asturias, 7 de agosto de 2016)1 fue un filósofo español. Desde 1970 fue desarrollando un sistema que más tarde denominó «materialismo filosófico». Es considerado uno de los mayores filósofos del siglo XX e inicios del XXI.
Su obra se ha construido en constante intercambio con las ciencias y la historia de la filosofía. Gustavo Bueno es autor de numerosos libros y artículos sobre ontología, filosofía de la ciencia, historia de la filosofía, antropología, filosofía de la religión, filosofía política, ateísmo y televisión, entre otros temas. Además, mostró desde su juventud un profundo interés por las cuestiones de Teología, hasta el punto de que se ha dicho de él que "conocía la escolástica de memoria".8 En sus últimos años, además de escribir, grabó vídeos y audios con análisis de numerosas cuestiones filosóficas.
Antonio Muñoz Ballesta
Abogado
Profesor de filosfofía
Presidente de los Encuentros de Humanidades y Filosofía
La Filosofía no puede reducirse a sociología ni a política, no se pueden mezclar esos distintos ámbitos de la acción humana materialista, lo cual no quiere decir que el filósofo, como un ciudadano más, no tenga sus opiniones y acción política concreta, y es más, sea, el filósofo, la persona verdaderamente capacitada para ofrecer una «filosofía política» a su sociedad y a su tiempo.
Antonio Muñoz Ballesta
Abogado
Profesor de filosfofía
Presidente de los Encuentros de Humanidades y Filosofía
Esta máxima del emperador estoico fue la que eligió, en el año 2002, nuestro inmortal maestro del materialismo filosófico, Gustavo Bueno, para culminar el prólogo a las memorias de su amigo José María Laso, y estas mismas palabras son las que también elijo yo para encabezar este escrito en su honor ya que la vida humana llega a ser, de verdad, una vida con sentido, plena y digna de haber sido vivida, si se ha mantenido, junto a las demás virtudes, la virtud ética fundamental de la fortaleza, pues la fortaleza asegura la firmeza en las dificultades y la constancia en la búsqueda de la verdad (el bien de la filosofía).